sábado, 10 de mayo de 2014

No person

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-Claro que sé que hacen daño- contestó. No supe qué decir, cosa que él pareció comprender y continuó explicándose, más no excusándose.

-Buscando un modo de sobresalir en mi carrera luego de haberlo hecho casi todo y créame, en las aduanas uno se encuentra de todo, me descubrí a mí mismo si usted quiere verlo así, en una etapa de depresión que en realidad luego entendí que era aburrimiento. Y cuando uno no tiene nada que perder y está aburrido, acaba por allegarse de las personas más, digamos, peculiares.
Dudó al enunciar eso último e hizo un pausa para volver a sentarse en la silla, de la que solo se había estado sosteniendo asido a los posa brazos con solo la punta de los dedos, como suspendido.

Me explicó como había accedido a encontrar la manera más eficaz de envenenar a tantos niños como fuera posible. Cualquiera habría pensado que los juguetes serían lo mejor. Algún perspicaz se habría interesado por la ropa. Pero todos se enfocarían al objeto. Lo que se transporta es siempre minuciosamente examinado, cuando tiene que serlo. Pero con los contenedores no es igual. Con la involuntaria ayuda de un despreocupado jefe que no objetó a la idea de que "había que limpiar los containers para que duraran más", el resto estaba hecho. Los más débiles morirían pronto y seguramente dormidos. El resto no rebasaría los 4 años. Algún desafortunado viviría más.

Mi espina dorsal se irguió como un eco a los cabellos de mi nuca. Estaba solo con él en su oficina y esta visita nunca estuvo agendada. Nadie sabía que estaba ahí. Curiosas las cosas que se vienen a la mente cuando te descubres solo y casi en poder de un sociópata. En un principio pensaba que podía chantajear a un pobre diablo con una afrenta a las normas de compra de insumos. Muchas veces vi cargos por insumos de limpieza que sabía que en algún porcentaje llegaban al encargado. Esos encargados acababan siendo mis fuentes de ingreso extra. Con lo que no contaba era con que este encargado calmadamente me hablaba de infanticidios y no en tono de comedia oscura.

-Como verá, esto no es algo que podamos arreglar así nada más –dijo. Y me di cuenta de que ya había un revólver en su mano. El tiempo que estuvo suspendido era para poder sacarlo de la parte trasera de su cinturón; debí notarlo -Verá, si se lo explicara como me lo explicaron a mí, estoy seguro de que usted estaría de acuerdo con dejarlo así e incluso unirse... -dudó una vez más, y aproveché para saltarle encima; era un hombre pequeño y el escritorio no era tan amplio. No era la primera vez que lo hacía. Gajes de una juventud violenta.


Soltó el arma en cuanto caímos y supe que no sabía ni cómo sostenerla así que la tomé y tuve una idea. Me dejé caer en el piso boca arriba con la pistola escondida en la chaqueta fingiendo haberme atorado la mano y no poder levantarme. El hombre, sintiéndose en ventaja se abalanzó sobre mí. Lo que no vi era el abrecartas que encajó en mi estómago al hacerlo. Me tomó más tiempo del que pensé en un principio el poder dispararle a quemarropa.


A veces, cuando veo a los niños jugar en el parque o a mis hijos haciéndome preguntas pienso en todas las veces que buscamos evidencia de contaminación más allá de los registros. "Ni una molécula" decía socarronamente el técnico. Un día quisiera decidir si creer en que fue sólo un loco del periódico y un peón que se sacrificó por alguien que deseaba diezmar una generación entera. Sobre todo cuando recuerdo perfectamente cómo parpadeó desde abajo de sus párpados mientras dejaba de respirar. Ninguna persona podría ser así de fría. -Ninguna persona- todavía me repito.
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